Justo el domingo oí hablar a tres autores en las charlas de la semana de la novela negra en Barceona. Dominique Manotti hablaba de su ficción sobre la violencia racista y conflicto social inspirada en la realidad. Se habló de cómo durante años se negó la colonización de Argelia o la batalla de Argel (no me pidáis que lo recuerde ni exactitud porque incluso buscándolo ahora no lo descubro; estoy de baja por estrés y ni retengo ni sé lo que digo a veces). A esa cosa de Francia sobre Argelia, la llamaron otra cosa, un eufemismo que por supuesto tampoco recuerdo, durante años. Se habló de nazismo y de guerras civiles y de exilios y migraciones de la historia que no debemos olvidar. Y no digo “para no repetirla” porque eso es una frase hecha y no suele servir de nada. Creo que fue en esa charla donde me apunté en las notas del móvil (porque también pensé que traje bloc pero había perdido boli, para luego darme cuenta de que no; esa es mi vida actual). La frase era: en el origen de toda gran fortuna hay un gran crimen.
Y eso ha pasado en todas las sociedades, y hay crímenes de guerra que se han reconocido muchos años después, de algunos se ha pedido perdón y de otros no, etc., etc., qué os voy a contar a los que tenéis la cabeza clara. Y cuántas naciones se nutrieron de la esclavitud.
Al menos, desde que vivo en Cataluña, que hace más de 20 años, sí he aprendido sobre los llamados indianos y el pasado esclavista, y he ido a ver y a oír esas historias porque me ha interesado y porque me lo han puesto en las manos.
Así que me gusta estar donde estoy. Me parece mucho mejor recordar y reconocer pasados vergonzosos que ver reportajillos en la tele que dan mucha risa (not) cuando les preguntan a jóvenes por la calle si saben quién era Franco y no tienen ni idea.
De momento, hoy veré el documental (si me puedo concentrar lo suficiente). Y después, dormiré un sueño reparador, si puede ser.