9/12/13

Este noviembre



mi zona lumbar
lo que hay dentro
Me acuesto muy cansada, de lado que es como más cómoda estoy, después de tomarme como 7 pastillas con una cena de 2 plátanos y un yogur. Es más de la una, he tenido un día intenso y cansado. Echo de menos mi ritual de leer antes de dormir, pero me da la sensación de que hoy voy a caer rendida, como las últimas noches, las últimas semanas. Me quedo pensando, mi cuerpo está cansado y quieto, compruebo la sensación de relajación en las piernas, el adormecimiento, pero hay unos pequeños tics que saltan por todos los músculos de los brazos y la espalda.  


Mi relación con la industria farmacéutica se relaja por un lado y se estrecha por otro. Dejo de traducir protocolos de ensayos clínicos desde que hace tiempo que estar sentada en la silla de trabajo es un suplicio, y en cambio me tomo uno de los específicos para el cual más documentos he traducido, pregabalina.

Por agosto. Después de que la silla fuera un suplicio, intenté trabajar sentada en el sofá, para que en poco tiempo esta postura quedara también ligada al dolor lumbar. Luego traduje de pie, mesa sobre mesa, hasta que mi espalda quedó demasiado cargada para eso también. La última novela que traduje, una perla y un caramelo, la acabé tumbada en el sofá con las piernas dobladas para aguantar el ordenador. Y el descubrimiento tardío, tras tres meses de supuesta lumbalgia y de oír consejos de propios y ajenos, terapias y rehabilitaciones de los que salí peor que entré, de la hernia voluminosa que ahora no se puede operar hasta enero como muy pronto. Y la baja. Que cuando me enteré de la hernia yo pensaba, ilusa de mí, que en navidad ya estaba operada. Pero no, y más de tres meses de baja ya me parece demasiado.

Que desde agosto me dolía mucho, mucho más de lo normal en la lumbalgia. Que mi madre vino en septiembre a cuidar de mí porque me notaba deprimida por teléfono. Y yo aún pensaba que mejoraría, con ejercicio, con descanso. Que iba a descansar y no trabajar si eso me arreglaba el problema. Que estudié todo lo que hay para estudiar sobre lumbares y normas posturales. Que en octubre fue cuando me hice la resonancia, al fin, después de la rehabilitación (administremos bien esta seguridad social, señores), y que el 7 de noviembre, este noviembre fuerte, mi doctora se entera y me comunica que tengo hernia discal voluminosa y me manda de forma preferente a una primera visita con un neurocirujano. Cita que pido en el mostrador de afuera, después de dejarme la chaqueta dentro de la consulta y que la chaqueta desaparezca para siempre (cómo está el personal).

Que como es preferente, espero que me avisen pronto y aún espero ver a ese cirujano este, este noviembre. Pero pasan dos semanas y no, no oigo nada. Y cada vez puedo hacer menos cosas, camino menos, me agacho menos o peor, hago piruetas lentas para cada tarea, lloro a menudo por sentirme inútil, inútil en verdad me siento, y me siento incomprendida, sola. Casi maltratada. Un día llamo al hospital y después de varias gestiones me informan de que mi cita está registrada pero no hay nada para antes del 16 de enero. Casi muero. Le pregunto a la secretaria. Lo único que puedo hacer, si creo que estoy peor, es ir a urgencias, y decir que tengo esta cita.

Esa tarde intento digerirlo. Pienso, ¿me espero? ¿voy a urgencias? Hoy, viernes, día de mi cumpleaños, me levanto y mi pierna derecha responde menos que nunca. En la cocina, preparando el desayuno, me agarro al armario encima de la cocina y lloro de impotencia. Grito.

Pero no voy a urgencias. Aún pienso si será lícito, si estará justificado. Me pregunto si puedo esperar dos meses a ver al cirujano, si me puedo quedar inútil de esa pierna. Nadie me ha hablado de esto. La idea me grita: no me ha visto ningún especialista desde que estoy peor, desde hace agosto, hace 4 meses. Ni desde la contractura del verano anterior. Hay que ir a urgencias. Ya no tengo dudas. Nadie me lo cuestiona, y unos familiares básicamente me obligan. Me van a llevar el lunes por la mañana.

Y bien que hicimos.


(continuará…)

***
Y continúa:
Y escribo hoy (sábado de la semana que fui a urgencias) con énfasis y ganas porque el lunes fui a urgencias y me quedé tranquila porque me explicaron -por fin, un especialista- mi estado y por qué podía esperar al 16 de enero (en lugar de operar de urgencias). Me enseñó la hermosa hernia en la resonancia (“¿no la has visto”, pues no). Me probó una pauta de 6 medicamentos muy complicada y me hicieron algunas pruebas para el preoperatorio mientras la medicación me hacía efecto. Una inyección fue directa al glúteo dolorido, que así lo pedí yo, que fuera directo, y aquello dolió como no imaginaba.
El informe de alta me explicaba cómo tomar todo aquello exactamente y daba unas recomendaciones de sentido común pero que ningún médico me había hecho (como evitar los esfuerzos y levantar pesos con una faja -que de todas formas no voy a levantar, pero puede que sí me compre un corsé).

Los tres días siguientes con la nueva y complicada medicación estaba incluso peor, caminando poco con un dolor espantoso.

El martes por la tarde después de intentar descansar en el sofá una horita para luego ir al cine (que tenía entrada comprada para una proyección de Amanece que no es poco) fue lo peor de toda la etapa de dolor: no me podía apenas mover. Me costó Dios y ayuda vestirme. Pensé que no debía salir. Pero pensé, si me caigo por la calle, ya habrá alguien que llame a una ambulancia. Y si me quedo clavada en la butaca, estaré rodeada de gente simpática que… llamará una ambulancia. Y ya en el hospital me quitarían el maquillaje, porque me puse estupenda, estupenda, para contrarrestar el estado interno. Y allá que me fui cojeando, poquito a poquito, hasta Rambla Catalunya, que ya está decidido que es un viaje demasiado largo que se consideraría “esfuerzo”. Suerte que la butaca era gorda y comodona y yo de vez en cuando iba moviendo el piececito para notar el hormigueo. Y mucho que me reí y Ferràn Rañé (el hombre que brota, cojito para toda la vida) estaba sentado a dos asientos de mí y miraba sobre el hombre de mi lado para ver quién se reía de aquella guisa. Y a lo mejor la risa es milagrosa, pero cuando me levanté de la butaca, me levanté bien y caminé, con dolor, pero dolor normal, no con la desesperación de esa tarde. Y quise pedirle una foto a Ferràn porque yo era “cojita por una temporadita” y me hacía ilusión, pero me corté.

La vida siguió y el jueves por la noche lloraba desesperada por no poder soportar el dolor, que me quería morir. El viernes al despertar más lloros y casi le pido a mi madre que me venga a cuidar. Pero después de la dosis del mediodía se me pasa el dolor exagerado y me quedo con el normal (todo el glúteo bajando hasta la pierna, aún cojeando, difícil  moverme en la cama y sentarme). Se me abrió el cielo un poquitín. Supongo que o bien
1: eran necesarios 3 días para que la medicación hiciera efecto, o bien
2: la inyección que me pusieron en ese puto glúteo en urgencias fue la que me provocó ese dolor insoportable que duró 3-4 días, o
3: una combinación de ambos.

En cualquier caso anoche yo ya firmaba para quedarme así hasta el día de la consulta. Esta mañana me he levantado como siempre pero sin berrear, el típico dolor de glúteo y pierna en cama. Dobladita y cojeando por la casa, pero soportable, pudiendo agacharme sin hacer mucha pirueta. Y como mañana empiezo a aumentar la medicación que es para el dolor neuropático tengo bastante esperanza en poder resistir hasta el 20 que me iría al pueblo. Tres semanitas hasta irme, tres semanitas allá, y lista para la reparación, que espero sea inminente, inminente una vez me vea el cirujano.

Y hoy 16 de enero falta un mes para la cita y ya sé que me voy el viernes, que vuelvo el ocho y tendré una semana aquí para arreglar asuntos por aquí. Espero volver sola si me puedo manejar como hasta ahora. En los momentos desesperados que veía que cada día tenía menos movilidad pensaba que mi madre tendría que venir conmigo a hacerme lo básico. Espero y espero mucho, que no.

Feliz y saludable navidad os deseo de todo corazón.

***
Ya es el feliz año nuevo, querido diario.
Y el 25 de diciembre hará un mes desde que fui a urgencias, cuando el diagnóstico del alta fue lumbociaticalgia crónica reagudizada sin déficit motor.
Esa compleja combinación de analgésicos hizo efecto hasta exactamente el día 19, cuando el dolor de espalda convertido en dolor en culo y pierna al caminar que se aliviaba al calentarme se convirtió en culo más arriba y pierna más potente. Baja pierna de pie y sentada y nalga derecha me siente donde me siente, me acueste cuando me acueste, y acostada como me acueste. Todos los movimientos en la cama duelen. Y cuando antes podía estar aquí acostada escribiendo sin problema, ahora estoy escribiendo pero con el dolor en la nalga derecha. Otra vez, esperamos que no pase de aquí hasta el día 16. Después del 16, ¿cuándo me operarán? Me da mucho miedo saberlo. Pero quiero que llegue el día 16.

Hoy es 4 de enero, y mi postura cómoda se reduce a acostada sobre el lado izquierdo, aunque casi siempre me duele ya la pierna izquierda. No puedo estar acostada bocarriba porque me duele la nalga derecha. Se puede si lo hago en el suelo sobre una esterilla, porque el peso recae sobre la parte más alta del culo. Es una forma de usar el ordenador, y la que estoy usando ahora es sobre una cama dura, sobre el lado izquierdo, con el codo apoyado para levantar el torso y poder teclear. Ansío, además del día 16, el día 8 que regreso a Barcelona, porque creo que las tareas diarias me ayudarán a estar mejor, esos pequeños movimientos obligatorios, aparte de que tendré la televisión que me gusta y el acostado de lado será más soportable, porque, ya puestos, hay que decir que aguantar un libro en esta postura es cómodo a más no poder. 

***

15 de enero. 1 día antes del Día D
La zona lumbar veraniega del principio de la entrada con la que quise alegrar el panorama contrasta con las dos que siguen. Volví el 8 de enero, día de pocos viajeros por suerte, porque me tuve que estar todo el viaje con la pata colocada tal que así como abajo se muestra, sobre el asiento contiguo, el cuerpo todo lo reclinado posible contra el asiento. Curiosamente esto era del lado que me duele. Me costó una hora dar con esta postura. Ni sentada normal (horror) ni recostada contra el lado que no duele. Increíble. Cuando pillé esta postura, me dormí una hora (alabado sea el señor), posiblemente porque fue el punto en que hizo efecto la medicación del mediodía. Pero cuando me desperté, siguió siendo la postura mejor pero para nada exenta de dolor.


Así que el resto de horas, me entretuve viendo una película que no vería normalmente... y con esta carita en la que se observa el dolor, hastío, cansancio:


Bueno, pues no encuentro la foto de mi piel reluciente y cintura más o menos en buen estado dentro de mis posibilidades así que aquí lo dejo hasta que tenga noticias mañana de cuándo será mi reparación... ay qué ilusión! 
:)
¡Qué fuerte, que te hagan aguantar tanto el dolor hasta el punto de que te haga ilusión entrar en el quirófano!

***
Presunto Día D
Después de dormir sólo a trozos y levantarme a las 7.30 porque ya no podía aguantar más. Tan temprano que me levanto y voy y me equivoco en el metro, que tenía que ir directa y he hecho transbordo para ir a otra parte del hospital que no era la mía. Patachula vuelta atrás. Que vuelvo a perderme dentro del hospital, que me he metido en la parte de los ingresados (podría haberme metido en una cama a ver si colaba). Renqueando que llego al lugar, que viene mi turno. Y el señor doctor Muñoz, tan joven, me hace las preguntas de siempre, las pruebas de siempre. No, no he perdido la fuerza de las piernas ni los reflejos, pero igualmente no es vida lo que estoy viviendo (le he dicho literalmente que "vivo sin vivir en mí").

-¿No tens mutua?             (la pregunta del millón)
-No.
-Per aquests casos...         (pues sí, si lo hubiera sabido)
                                   
Ganas de llorar.

Pero bueno, mira la resonancia, que es una "senyora hèrnia" quirúrgica. Que hay lista de espera, y yo pensaba de forma optimista que la lista de espera era ya la de los dos meses para la visita. ¿De cuánto, doctor? Pone esa cara de no querer decir número y dice que de 3 a 4 meses, pero que "es pot buscar un forat, perquè és una operació d'una hora".

Manos aguantando la cabeza mientras él iba buscando papeles para firmar consentimientos informados y para pedir la cirugía, el electrocardiograma, la anestesia. Le he llegado a preguntar el precio de la operación si la tuviera que pagar yo. 6000, que si llego a saberlo Este Noviembre me opero en diciembre, con lo que pierdo estando de baja lo pago. Ahora no vale la pena. Todo lo de arriba es el resto del preoperatorio, más ir a la clínica del dolor para que valoren hacerme infiltraciones (esa cosa que a todo el mundo le han hecho, menos a mí). 


Me voy calmando o es que estoy como siempre, siempre esperanzada, esperanzas de que las infiltraciones me alivien el martirio, de que el hombre me haga el hueco de una hora. Es triste, triste. Pero es lo que hay. Voy a pensar. Pensar cómo aprovechar este tiempo. De momento es cierto que voy a estar echando viajes a Sant Pau, y ya no me equivocaré en el metro; al loro: sólo para recuperar el CD de la resonancia tengo que ir dentro de 5 días a preguntar (no, no puedo llamar) cuándo lo puedo recoger.  


Luego iré a electrocardiograma y anestesista el mismo día de febrero, de lo del dolor ya me llamarán, visita con el doctor otro día de feberero y para la operación ya me llamarán "según lo que indique el doctor". 


Forat, hueco, universo, please, que si quieren aprovechar las pruebas que me hicieron en octubre en urgencias tengo que operarme a finales de febrero. Porfi, porfi, porfi universo del dimoni.



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