Esa puerta y esa escalera me traen al recuerdo:
-Los vecinos que vivían en el bajo súper bajo, escaleras
hacia abajo, pero que tenían un balcón que daba a la otra calle.
-Los vecinos Angelita y Valero que tenían a las mellizas.
-Isabel y Agostí que se llevaban a mi hermana porque lloraba
mucho, para que mi madre descansara.
-Ana Mari y su madre que se me llevaban a mí, también porque
Eli lloraba mucho, y me ponían en una habitación con cojines y a veces también
me ponían una goma alrededor de la cabeza por ver si se me aplastaban las
orejas de soplillo.
-Una caja con gusanos de seda y los niños ahí observándolos
en las primeras escaleras.
-Las acrobacias varias en ese gran escalón donde la planta. Como
un minigimnasio.
-Cuando metí la cabeza entre los barrotes de esa puerta (no
sé por qué en aquel momento no tenía cristales) y el carnicero del lado, Juan,
tuvo que untármela de manteca de cerdo para poder sacarla.
En el lindar:
-Don Manuel Alegría diciendo: Sant Pau es el único sitio en donde
os pueden ayudar. Y a mi madre que se guardara las facturas en el bolso sin
mirarlas (Sant Pau era privado, entonces).
-Mi padre con los pelos del pecho blancos a los treinta y
pocos, efecto, según decían, del sufrimiento.
Del piso:
-Que nací allí, literalmente, que en la época debía de ser
algo ya extraño no nacer en hospital. Supongo que era la época unbral. Sé que
ahora se ha puesto de moda parir en casa con comadrona, pero a mis padres les
arruinó la vida.
-Cuando algunos vecinos venían a llamar a mi casa porque
teníamos teléfono.
-Jugar en el suelo cuando murió Franco y no teníamos que ir
a la escuela.
-Ir a la cama después de que saliera en la tele el anuncio
de que “es hora de que los peques se vayan a la cama”.
-Mis padres y abuelos insistiendo en que cuando alguien
cercano se ha muerto no hay que poner la tele ni escuchar música.
-Mi madre fregando el suelo (un tipo de suelo como el
hidráulico pero menos elaborado, con aguas entre malva-rosa y blanco) y viendo
una imagen de lo que más tarde le sucedería a mi hermano.
-El tresillo de escay granate con la parte del asiento
marfil, y los rayajos de boli allí, sobre el marfil y en el pasillo.
-Mi padre con la mesa de empapelar y yo alucinando con la
técnica (que no con la cola, que era al agua).
-Las carteras colgadas en la percha de salida, y pensar
siempre en que nosotros no llevábamos Donuts.
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