En uno de ellos.
Porque yo soy antigua en una cosa: que en supermercado me gustan más los lácteos, y en el otro los productos de limpieza… pues hale, de uno a otro, que en la variedad está el gusto.
No soy antigua en lo de ir a los mercados de verdad. Sostengo que las vendedoras me engañan, pero es natural que guarden los productos buenos para los clientes fijos y la pardilla que lo intenta de vez en cuando no se va a llevar lo mejor. Así que, como no me veo decidida a pararme en una parada cada sábado hasta que me conozca (elige parada, qué estrés), pues sigo haciendo el yo me lo guiso yo me lo como (yo me lo cojo de la estantería y yo lleno el medio ambiente de perniciosas bandejas de poliestireno, mal que me pese).
Otra cosa antigua que tenía era que usaba un carro de la compra. Pequeño, plegable, lo que quieras, pero carro de la compra. Hasta que se rompió el segundo y digo: "pues ahora con estas bolsas tan guapas y tan gansas y tano resistentes que tengo de todo tipo de establecimiento que las regala como publicidad, pues me voy a arreglar".
Además, llevar carga fortalece los huesos. Vale, sí, pero tendría que ser en pequeñas dosis.
Así que hoy he ido al súper 1, y he llenado una bolsa de tela de las cosas pesadas (pocas, pero una era detergente líquido). La bolsa buena de plástico, de cosas sin peso. Bien. Vamos al súper 2. Dejo ambas bolsas en la taquillita.
Dentro, lleno la bolsa más grande y resistente de muchas cosas, algunas pesadas. Y luego compruebo que más pesadas de lo que parece. Con la bolsa grande y pesada en un hombro y la caja de 6 cartones de leche me encamino a la taquilla. La otra bolsa pesada va en el otro hombro. La que no pesa, no importa, pero es de mal llevar (sin contar el efecto colateral de que si me ves luego por la calle parezco una homeless). En eso que me agacho, doblando las rodillas para coger la caja de leche, y cuando me estoy levantando noto que se me va el equilibrio, que me estoy cayendo para atrás. Y prefiero volver a doblar las piernas dejándome caer sobre el culo. Reboto y me quedo sentada. Ese hombre que entra y me ve sentada (y además obstaculizándole el paso). Esa señora que me agarra de la mano y le dice a la nieta: "la señora se ha caído porque llevaba mucho peso".
Y si no me conocieras dirías que soy una sílfide (esquifida, i escanyolida, se me ocurren en catalán ahora unas palabras más adecuadas). Canija, enclenque… ya lo vamos pillando.
Pues no, pero que sí, que es hora de adquirir un nuevo carro de la compra o usar esa maleta que quiero jubilar... a ver si la acabo de rematar. Ya.