26/8/19

El jefe bueno

De cómo llamé "cariño" a uno de mis jefes una vez (el hombre más formal de todos), y de cómo lo morreé el día que celebramos mi despedida.

No fue malicia ni calentura. Fue de acuerdo con la historia de la empresa y mi empleo, lógico e inocente.

Después de todo, se puso de mi parte cuando decidí marcharme, era el único que tenía un poco de juicio en aquel manicomio.

Era en una inmobiliaria con dos jefes: uno petardo y el otro no tanto, y además muy atractivo, casado, esperando un hijo, clásico... etc.
Pues cuando me despedí (me iba a otro trabajo, el jefe petardo me quería retener con cosas como “¿y qué vas a hacer ahora”? [gracias por la confianza, machote] y yo no le dije que tenía otra cosa alineada, porque la verdad es que me iba porque odiaba trabajar allí).

Entonces me hicieron una comida de despedida, en un restaurante estupendo de Gavá, sorpresa, pero tiro que les salió por la culata, porque era del marido de una amiga mía. Me trajeron regalos, entre ellos un vibrador con luz en la punta y unas bragas comestibles.

Luego nos fuimos de chiringuitos y en un momento dado, allí por la arena, le pegué un morreo al jefe guapo y clásico.

End of story.