20/9/09

El día que me compararon con Dudley Moore

Son las 3 de la mañana y me despierto sobresaltada pensando que me he despertado a las 3 de la tarde una vez más, ya que el jet-lag parece haberme afectado esta vez. O es que tengo una habitación interior donde no me entero ni del día ni de la hora si no quiero. Hace un tiempo buenísimo, y han florecido montones de hombres en bicicleta. Mi abuela murió el lunes pasado, una hora después de que yo llamara desde casa de Cuca. Eso explica lo parco en palabras de mi hermano aquel día. Y yo haciendo la cabra por el otro lado del mundo. Casi me siento culpable.Qué cabrona la tía de Air France en el aeropuerto, que me hizo facturar una maleta de más, cobrando los correspondientes 100 dólares, y además me hizo pasar ropa de una maleta a otra, como si eso fuera a cambiar el peso total del equipaje, exponiendo mi ropa interior y cositas inexplicables en pleno aeropuerto, y restregando así los pantalones negros por el suelo antes de empezar el viaje transatlántico. Por no hablar de tener que llevarme el ordenador portátil bajo el brazo, que finalmente metí a la fuerza en el bolso cuadrado de peluche (igualito al oso que tenía mi hermano de pequeño) para protegerlo durante el vuelo. Y todo lo que había en el bolso, pasó a la bolsa de la manta del avión. Tal era la incongruencia de mi equipaje de mano, que me colocaba en una extraña categoría entre la bag-lady y la ejecutiva agresiva. En el aeropuerto aún intenté, bolso de peluche en bandolera y ordenador portátil bajo el brazo, comprarme una maleta para el ordenador y todo lo que me compré fue un pincelito para el eyeliner de 16 dólares (¿me había vuelto loca?). Y en la tiendita de perfumería en cuestión había seres realmente extraños. Un hombre que es lo último que esperas encontrar en una Body Shop, tanto menos en una tienda más sofisticada del Aeropuerto Logan. Una mujer como la rubia de Absolutely Fabulous (acento británico incluido), que me cobró el pincel, y otra como madre de George Constanza, pero más parecida a la muñeca que tenía su novia y cejas como las que Elaine le pintó a Uncle Leo. Se acerca y me dice, con otro acento extraño:
-Perdone, señorita, ¿no le han dicho nunca que es igualita a Dudley Moore?
-¿Quién?- digo para mí, pero entienden mi rostro.
-Dudley Moore, el actor de Hollywood. ¿No podría ser su hermana? -le pregunta a la otra, que está completamente de acuerdo. Yo no tengo la más mínima de quién es el tipo, pero sospecho que no es de mis favoritos, y que es un poco raro (but very funny, según ellas). La curiosidad me pica y la rubia alta me escribe el nombre en una tarjeta de la tienda. El pincel que he comprado, eso sí, es de la mejor calidad. Hago una búsqueda en Internet y he aquí el tipo. Lo reconozco en seguida.




-¿Cómo se le puede decir a alguien algo así?-Bueno, chica, yo veo el parecido. Cuando he tenido una mala noche y estoy un poco demacrada, lo veo. Se lo cuento a unas compañeras del trabajo que me salió en el verano y se mean de la risa. Parece que ellas sí conocen al actor. Ven más cine de audiencia.
-¿Llevabas el pelo como ahora?-Más o menos.
-Pues por eso es.
-Pues por eso será.

***

The day I was compared to Dudley Moore (2002 or 2003)

It’s 3 a.m. and I wake up in a sweat, thinking I woke up at 3 p.m. once again, since the jet lag seems to have had an impact on me this time. Or maybe it’s just that in my secluded bedroom I can never know what the day or the time is if I don't make an effort.

It is getting warmer and brighter outside and tons of men on bicycles are springing in the streets. My grandma died last Monday, an hour after I called her from my friend Carmen’s. That would explain why my brother was not as talkative as usual that day. And I was fooling around in a frenzy at the other side of the pond. I feel guilty, almost.

What a bitch, that Air France hostess at the airport; she made me check an extra suitcase, with the corresponding extra $100, and on top she had me transfer clothes from one suitcase to another, as if that was going to change the total weight of my luggage, so I had to expose my underwear and uncanny thingies in the middle of the airport, as well as dragging my black pants on the floor prior to starting my transatlantic flight. Not to mention having to carry my new laptop as a purse. I finally managed to force it into the squarish plush handbag (exactly the same color and texture than my brother's stuffed bear) to kind of protect it during the flight. And everything that was in that bag, I transferred to the bag containing the blanket in the airplane. Such was my carry on luggage’ incongruence, that placed me in a strange class between the bag-lady and the executive.

At the airport I still made an attempt, plush shoulder bag crossing my chest and my arm grabbing the laptop, to buy a carrying case for the laptop. But all I got to buy was an eyeliner brush that cost 16 dollars (Had I gone mad?). And the inhabitants of the little make up store were weird beings. A man, which is the last thing you expect to see in a Body Shop, much less in a more sophisticated store at Logan Airpot. A woman that resembled the blonde in Absolutely Fabulous (British accent included) assisted me at the cashier. Another shorter older woman, who resembled George Constanza's mother, but closer to his fiancée’s doll and with eyebrows like the ones Elaine draw on Uncle Leo. She approaches and tells me with a strange accent:
—Excuse me, lady, have you ever been told that you look just like Dudley Moore?
—What? —I said to myself, but I guess my face translated right away.
—Dudley Moore, the Hollywood actor, couldn’t she be his sister? —she asks the other woman, who totally agrees.
I don’t have the faintest idea who the guy is, but I suspect he is not one of my favorites, and he's kind of weird (but very funny, according to them). It piques my curiosity and the tall blonde writes his name down on a business card. The brush I bought I am completely satisfied with, though—top quality. I do an internet search and here is the guy. I recognize him immediately.

—How could they tell you something like that? —says my best friend.
—Well girl, I can see the resemblance. When I’ve had a bad night and I'm looking gaunt, I can see it.

I tell the story to some coworkers at the job I had in the summer and they are rolling with laughter. They definitely knew the actor. They see more commercial films, apparently.
—¿Did you have this same haircut?
—More or less.
—That’s why.
—Well, sure that’s why.

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