Ahora que estoy lista para dejarlo,
dice él "sólo falta que me dejes”.
Ahora que no recuerda que despreció y evitó,
quiere él estar encima y congraciarse.
Ahora que necesito estar conmigo y por mí,
quiere llevarme un fin de semana a Londres, o a Dublín.
Vuelve al ego crecido
y cree que su sonrisa es suficiente
y me canta por Sabina
que mi boca ya no busca su boca.
Queda como un señor diciendo que no llama más
y a la que llamo compra sin consultar entradas
para Georges Moustaki, que yo creía muerto ya.
Ahora sólo falta que me cante el Ne me quite pas
a grito pelado y en el pabellón auricular.
¿Tendré que ser desagradable?
¿O podré resistir con estilo?
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